Presentación. "Por un cristianismo sin religión". Volver al "camino" después del colapso de la religión. Bruno Mori.

Cuarto libro de la colección Nuevo Tiempo Axial.

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¡Este libro es una joya sorprendente! Y lo es además porque está escrito por un sacerdote que, aunque nacido en 1939, a pesar de tener ya su edad, posee gran sabiduría y poco miedo para afirmar, con una claridad escalofriante, refiriéndose cristianismo y sus doctrinas... que “el emperador está desnudo”. Su autor, Bruno Mori, dice que escribió este libro como «una especie de terapia personal, buscando comprender y verbalizar el origen de los malestares y las dificultades que, como cristiano que vive en la modernidad, experimento en relación con mi fe y mi religión. Y esto, con la esperanza de que algún día pueda aceptarlos con serenidad y superarlos con alegría» (p. 3). Concluye que los seres humanos no necesitamos ninguna religión para ser excelentes cristianos. 

Igual como han hecho las teólogas ecofeministas acá en América Latina, Mori describe la evolución de nuestro sentido de lo sagrado desde la época paleolítica hasta los tiempos contemporáneos, concentrándose en la época neolítica y la emergencia del concepto personificado de lo divino. Él muestra cómo nuestros ancestros paleolíticos no han separado lo sagrado de lo “profano”: en esa época no había dualismos, sino una inmensa gratitud hacia la Madre Tierra, de donde hemos venido y a donde regresaremos. Lo divino estaba en todas partes. El cielo y la tierra eran una sola realidad, el uno reflejando la otra. No había un “dios” o “diosa”…; solamente la pertenencia a la Madre Tierra como sus hijos/ hijas. (Hemos desarrollado una línea de tiempo utilizando las imágenes de nuestro sentido de lo sagrado desde la época paleolítica hasta el momento actual, que incluye la crisis en nuestra cosmología judeo-cristiana, y que ya no nos sirve como especie humana). 

Mori concentra en los cambios de paradigma durante la época neolítica: el gran salto en nuestra evolución, cuando hemos aprendido a domesticar la tierra, las plantas y los animales. Se concentra en la formación de la mentalidad bíblica desde el VI a.e.c. y en cómo ésta ha ido configurando nuestras creencias por medio de los mitos. Según Mori, el “dios” que hemos construido venía de nuestra angustia por saber quiénes somos y cuál es nuestro destino. Para Mori, «el Theos ese dios único, que a lo largo del tiempo, ha desalojado y sustituido a la multitud de deidades que habitaban el cielo, y se concibe como una individualidad personal, masculina, inmaterial, espíritu puro, que posee una inteligencia y unos poderes infinitos que utiliza para poner orden en el caos femenino del mundo material» (p. 9). 

Mori comparte con Karl Marx que la religión es un sistema de poder que utiliza un mito de origen para mantener unidos a sus miembros, ofreciéndoles historias y contenidos inventados que les dicen de dónde han venido y a dónde van, y que es el sentido de sus vidas. Los mitos pueden cambiar según la evolución de nuestra consciencia colectiva, y así se puede derrumbar una religión. De hecho, muchos antropólogos notan que, con el surgimiento de una consciencia crítica, muchas personas abandonan sus creencias religiosas, viéndolas ya como no necesarias para una persona madura. 

Otro gran aporte de este libro es lo que Mori hace con algunos mitos claves del cristianismo, por ejemplo, el mito del pecado original, de la Trinidad, de la Redención a través del sufrimiento, la Encarnación, cuando dios se hizo hombre. Con brillantes argumentos desde la historia del cristianismo, este gran sabio muestra cómo ha sido construida cada doctrina, y por qué. Me he quedado fascinada ante su análisis del mito del resentimiento de Dios: 

El mito cristiano del resentimiento de Dios es una extensión del mito de la Redención, del que es un corolario. Según el mito de la redención, el sufrimiento y la muerte violenta que el Hijo-Dios aceptó voluntariamente, constituyeron una especie de gesto terapéutico (o cura) que permitió al Dios Padre liberarse de su cólera y agresividad y recuperar la calma, así como sentimientos más benévolos hacia la humanidad. El mito del resentimiento de Dios especifica ahora que, aunque Dios, satisfecho y apaciguado por los sufrimientos de su Hijo, decidió abrir todas las puertas de su paraíso a todos, no entra en el paraíso quien quiera. Se aplican ciertas condiciones... Para atravesar las puertas del paraíso y ser admitido en la mesa del banquete celestial, hay que tener los papeles en regla, un pasaporte válido, un carné de socio, un vestido adecuado, un certificado de fidelidad, un certificado de buena conducta expedido aquí abajo por los representantes oficiales de la empresa divina (es decir, ¡la Iglesia!) –pág. 38–

Mori pone bastante energía en condenar a la Iglesia Católica por su falta de visión, por sus pequeñeces, sobre todo por su fijación en lo moral, especialmente lo sexual. Dice: «En un momento en el que el Planeta está gravemente enfermo, en el que la gente de todo el mundo sufre y muere a causa de la avaricia, la injusticia, la pobreza, la violencia, el fanatismo, la ignorancia y la estupidez humana, los líderes de la Iglesia se dedican hoy a hablar de sexo, de preservativos, de los beneficios de la virginidad y de la castidad, prohibiendo la "comunión" a los divorciados vueltos a casar, midiendo el largo de las faldas y la profundidad del escote de las mujeres que visitan la Basílica de San Pedro en Roma, a hablar del daño que el uso de la píldora o del preservativo causa al alma, o del imposible acceso al sacerdocio de los bautizados nacidos con vulva en lugar de pene; del celibato obligatorio de los sacerdotes, etc.» (p. 81). 

Mori escribe este libro para subrayar que la divinidad de Jesús ha destruido su persona y su obra. Nos exige regresar al hombre de carne y hueso, al ser humano tal cual, un tal Jesús de Nazaret. Invita a sustituir la religión por el camino que cada persona tiene que tomar. De hecho, el camino es un gran arquetipo que todos y todas tenemos que plantearnos. El peregrinaje que recorremos desde que nacemos hasta que morimos, con todos sus desvíos. Para Mori, el mensaje de los evangelios aparece esencialmente como una práctica, una acción, un compromiso, un estilo de vida que se hace explícito en las circunstancias concretas del tiempo y del lugar en que cada uno teje la rutina diaria de su vida. Él nos invita a creer como Jesús, es decir, a realizar una forma de existencia inspirada en su espíritu, en sus convicciones, en su manera de ser, de amar y de relacionarse con el universo. Para Mori, los discípulos de Jesús de Nazaret tenían la impresión de que en él el Amor Original (Dios) se había encarnado y humanizado y que, en adelante, este individuo habría quedado para las personas no sólo como la morada privilegiada de la presencia divina, sino también como el prototipo y el paradigma de una humanidad realizada según el plan y las expectativas de Dios. Y concluye: «Estoy convencido de que el cristianismo tendrá (tal vez) una oportunidad de sobrevivir en el futuro sólo con una condición: si es capaz de encontrar la fuente original de la que brotó y que la religión ha obstruido, y seguir exclusivamente al Hombre de Nazaret, liberándolo de las garras de una religión que lo ha secuestrado y convertido en un quimérico Cristo-Hijo de Dios» (p. 156).

Acá me parece que las teólogas ecofeministas podríamos desafiar a Mori sobre su insistencia en que tenemos que encontrar la originalidad de cómo andar el Camino. Insistiremos que el Camino es antes del Nazareno: es tan arquetípico como el Árbol de la vida. Todos tenemos que recorrer el Camino, y seria interesante si pudiéramos abrirnos a otros ejemplos y estudiar sus maneras de hacer el Camino (Hildegarda de Bingen, por ejemplo). 

Sin duda, este libro de Bruno Mori es un tremendo aporte a los y las buscadores contemporáneos que anhelamos un nuevo “mito” que responda a nuestras preguntas sobre quiénes somos. Mori está claramente moldeado por lo que llamamos “una nueva cosmología emergente”. Se le revela poéticamente así: 

El "nuevo dios" de los tiempos modernos está, pues, más bien en la precisión de la "singularidad" del Big Bang, en las ondulaciones de cada átomo, en la imprevisibilidad y la incertidumbre cuántica, en los hornos nucleares del corazón de las estrellas donde se fabrican los ladrillos de la materia y la vida, en la suntuosa elegancia de las espirales galácticas, en la energía oscura que expande el Universo, en los colores vertidos con profusión en los pétalos de las flores, en las variaciones melódicas de los cantos de los pájaros, en la majestuosidad del viejo roble, en la discreta belleza de la campanilla de invierno y de la tímida violeta a principios de la primavera, en el resplandor de una puesta de sol sobre el océano, en la disposición de las sinapsis de nuestro cerebro, en el metabolismo de las bacterias que nos colonizan, en la pureza de los ojos de un niño, en los rasgos extáticos del amor... (p. 96). 

Gracias, amigo en el Camino. 

Judith RESS 

Santiago de Chile 

Mayo, 2021

Comentarios

  1. Solo me queda decir : gracias, muchas gracias... Me alegro enormemente que hayan personas que comparten su gran sabiduría ayudando a salir de la ignorancia (voluntaria o por ignorancia natural)

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