Por un humanismo bioecocéntrico y liberador. Santiago Villamayor (España), José ARREGI (País Vasco-España), Tony BRUN (EEUU), Gerardo GONZÁLEZ (Chile), Emma Martínez Ocaña (España), Elsa TÁMEZ (Colombia) y José María VIGIL (Panamá)
Por un humanismo bioecocéntrico y liberador
Santiago Villamayor nos envía este texto, pero está firmado también por estas personas: José ARREGI (País Vasco-España), Tony BRUN (EEUU), Gerardo GONZÁLEZ (Chile), Emma Martínez Ocaña (España), Elsa TÁMEZ (Colombia) y José María VIGIL (Panamá). Se trata de una propuesta para una nueva «Consulta amplia» sobre el nuevo paradigma posteísta. Según ellos:
“Ahora somos ya muchas las personas y comunidades que, desde cierta perplejidad, seguimos buscando con la convicción de que ya no podemos volver atrás y de que algo nuevo hay que crear. Nos preguntamos cómo sentir y llevar a la práctica la inspiración de Jesús de Nazaret que tanto bien nos ha hecho y tantas desviaciones ha sufrido. ¿Creéis con nosotros que esa sabiduría, todavía viva, en profunda mutación, encuentra una continuidad natural en el humanismo bioecocéntrico que exponemos en el documento adjunto? ¿O en algo semejante?
- El nuevo encuentro-consulta por Zoom será el día 5 de Junio, domingo, a las 17 horas de España, Italia, Francia.
- Se pueden enviar aportaciones, en dos o tres párrafos, máximo una página, antes del 26 de Mayo a esta dirección: 5posteismo@gmail.com
- Posteriormente se publicará aquí toda la documentación recibida y el enlace para el encuentro del 5 de junio. Pero también en comentarios aquí se puede iniciar el diálogo, con opiniones y aportaciones. AD.
POR UN HUMANISMO BIOECOCÉNTRICO Y LIBERADOR
“¿Qué podemos aportar los seguidores de Jesús”
INTRODUCCIÓN
Somos hijas e hijos de la vida y pertenecemos a un mismo y único mundo en estrecha comunión con todos los seres vivientes. Somos seres formados por una materia compleja o matriz creadora que a lo largo del proceso evolutivo nos ha constituido como seres conscientes. Y esta capacidad de leer en profundidad y con larga mirada nos descubre lo que en común tenemos con todo el planeta. Percibimos lo que somos y lo que nos falta, los logros y los riesgos del hábitat al que pertenecemos y queremos cuidar.
En un documento anterior, “Por un cristianismo posteísta” exponíamos la necesidad de construir un relato y una praxis del seguimiento de Jesús bajo un paradigma posreligional. Nos situábamos en un modelo posteísta, sin por ello perder los grandes valores de las tradiciones religiosas y humanistas y sumándonos a todas las personas y movimientos comprometidos con la causa y casa común de la vida en la Tierra.
Por eso, ahora, en estas reflexiones nos animamos a explicitar los rasgos de este modelo y fortalecer nuestra participación en él. Hablamos de un modelo humanista centrado en la vida y el cuidado de la comunidad de todos los vivientes y de todos los seres de nuestra casa común. Como proyecto universal y como modelo actitudinal inspirado en la sabiduría de Jesús de Nazaret.
Esta misión de cuidado alberga un profundo ánimo liberador del que forman parte inseparablemente el sentimiento, el conocimiento y la praxis. Una perspectiva que nació con la teología de la liberación y significó sobre todo el empoderamiento de las clases populares desde un punto de vista político, social y personal. Hoy completamos esa defensa de la justicia y de la cohesión social con la protección de toda la naturaleza de la que formamos parte. No somos los primeros en este camino ni representamos una voz única.
Tampoco se trata de inventar otra religión ni de enunciar una propuesta humanista en perspectiva meramente científica, ni siquiera ética neutra, aunque, eso sí, en coherencia, con los datos de las ciencias y con las exigencias éticas mínimas y máximas. Y sí queremos ofrecer elementos de esperanza en esta renovación cristiana o sustitución del paradigma tradicional por otro más acorde con el amplio movimiento de protección de la vida y de nuestra casa común que llamamos un humanismo bio-eco-céntrico.
Dedicamos un breve preámbulo a la categoría de la vida como centro de nuestra reflexión. A continuación explicamos el modelo humanista bioecocéntrico, nuestra visión y misión y la necesidad de una praxis concreta. Finalmente se expone la sabiduría e inspiración que brota del relato de Jesús de Nazaret.
1. EL PUNTO DE PARTIDA: HIJAS E HIJOS DE LA VIDA
La especie humana es un producto evolutivo de la vida con una identidad genómica que nos permite sostener que somos hermanas/hermanos entre nosotros e hijas/hijos de una misma matriz, partícipes activos de su proceso ‘creativo’ y actores relevantes de su curso futuro.
Esta filiación o fraternidad se muestra frágil desde una perspectiva individual dado el ciclo de la vida y la muerte. Pero nos duele el maltrato que nos infligimos unos seres a otros, presentes y venideros y queremos que la casa materna se mantenga cada vez mejor atendida. Abogamos por esta casa común, por su centralidad, para elaborar una nueva canción de la Tierra que nos devuelva la esperanza, una ‘visión’ y a una ‘misión’ movilizadora concreta, porque es tiempo de actuar.
Se trata de un relato con suficiente soporte científico, que explica la emergencia de los organismos vivientes como fruto de una complejidad estructural y funcional creciente, con atributos o capacidades nuevas. En el curso de esa evolución, que sigue abierta, los seres humanos hemos adquirido una asombrosa capacidad de auto transformación y sentimos que mediante el desarrollo de la cultura es posible abrir inmensos espacios de humanización. Estos mismos seres humanos, constituidos en sociedad, y gracias a su capacidad de generar, compartir y acumular conocimiento, hemos mostrado un poder creciente de intervención sobre las propias sociedades humanas, sobre la biósfera de la que éstas forman parte y de los ecosistemas que las cobijan.
Sin embargo, ese mismo poder de intervención se muestra también como dominación de unos pueblos sobre otros y de unos pocos seres humanos sobre muchos en su interior. Somos responsables de alterar los ecosistemas amenazando la biodiversidad en la Tierra. De servirnos de la energía para mejorar las condiciones de vida de todos los seres pero también de despilfarrarla y de provocar el agotamiento de los recursos. Estamos provocando un calentamiento global que, de no ser controlado, puede tener consecuencias catastróficas. Tenemos recursos suficientes para satisfacer las necesidades básicas de toda la población mundial, para construir una sociedad global pacífica y próspera y, sin embargo, por nuestra ambición, estamos bajo la amenaza del suicidio colectivo y del fin del planeta.
2. OTRO MODELO DE HUMANIZACIÓN
No obstante, en esta sociedad urbana cada vez menos religiosa, compartimos una conciencia creciente del valor de la vida y de la insostenibilidad que la amenaza. Es una tarea de todos profundizar en un relato y una praxis que movilicen aún más a las personas y grupos sociales para que desde sus propias concepciones de mundo, científicas y simbólicas asuman activamente su cuota de responsabilidad global.
a) Cómo surge y en qué consiste el Humanismo bioecocéntrico
La cosmovisión dominante en las culturas teístas desde hace unos 7000 años y, especialmente en la tradición bíblica desde hace unos 3000 años, fue profundamente teocéntrica y teocrática. Se concebía la vida humana según el mito bíblico como un castigo y un tránsito de redención a la espera de ganar un mundo más digno que éste. El mandato del Génesis, “multiplicaos, henchid la tierra y sojuzgadla” concedió al ser humano una pequeña delegación de poder que pronto se convirtió en dominación sobre la naturaleza y los otros seres, incluso los humanos, considerados inferiores, y de un modo especial sobre las mujeres. Al final la experiencia de progreso acelerado, iniciado con la revolución industrial, culminó el transito del teocentrismo al antropocentrismo.
Sin embargo, a mediados del siglo pasado se comienza a cuestionar el triunfalismo desarrollista sin límites y empieza a tomar cuerpo una mirada humanista bio-eco-céntrica con creciente conciencia de nuestros límites y una búsqueda de relaciones armónicas y sostenibles con todos los seres.
Y así brotó la corriente de pensamiento del Humanismo bioecocéntrico. Una corriente plural alimentada por múltiples tradiciones y nuevas sensibilidades ecologistas, pacifistas, feministas y también por el legado valórico de Jesús de Nazaret en el que nosotros queremos inspirarnos. Un legado que es en sí aconfesional e inclusivo y puede convivir con diversas formas de teísmo, el ateísmo y el posteismo.
Este tránsito hacia el nuevo paradigma bioecocéntrico se inició en la década de los años 60 del siglo pasado. La “Primera Cumbre de la Tierra” en Estocolmo (1972), nos puso en alerta ante el crecimiento de la población mundial, de la industrialización, de la contaminación y de la explotación de recursos naturales y el calentamiento global. Y es a partir de la cumbre de Río de Janeiro en 1992 que comienza a gestarse lo que –en nuestra opinión—es la declaración más clara y elocuente del nuevo paradigma que estamos llamando el “humanismo bioecocéntrico”: la Carta de la Tierra, publicada en el año 2000.
El acuerdo de Paris sobre el Cambio Climático (2015) fue la oportunidad para que diversos líderes religiosos manifestaran su apoyo a un ecologismo profundo. Asumieron el diagnóstico de la comunidad científica sobre la crisis ecológica y su vinculación con la crisis social. Prolongaron la solidaridad intergeneracional con la solidaridad intrageneracional. Denunciaron este sistema económico como insostenible. El Papa Francisco lo llamó “asesino” y “ecocida”. Y exigieron una gobernanza global. Llamaron también a cambiar los patrones de consumo y el estilo de vida, y a movilizarse con acciones concretas.
3. MIRANDO AL FUTURO: VISIÓN Y MISIÓN
a) Un proyecto global.
Ocurre que los humanos, operando en sociedad, somos al mismo tiempo frutos del fenómeno Vida y en parte sus controladores. Nuestra creciente capacidad de creación y destrucción nos convierte en actores protagónicos del futuro que depende cada vez más de la intervención humana. Hemos ido creando alrededor del planeta una cada vez más densa “tecnosfera”, que a su vez, mediante los avances en tecnologías de la información y de las comunicaciones, ha contribuido significativamente a la densificación de la “noosfera”, ambas de factura humana. Estamos definitivamente en el Antropoceno.
El principal desafío que tenemos hoy es conseguir que la Humanidad renueve su conciencia, se una y movilice para afrontar las grandes amenazas a la vida, pero sobre todo para codirigir la “comunidad de vida” –incluida la propia humanidad– y su hábitat, el ecosistema global de la Tierra, hacia un destino mejor. Es esta una tremenda responsabilidad que tenemos que asumir con templanza, sabiduría y madurez. Esta es también parte de nuestra misión.
Para conseguirlo, se requiere una toma colectiva de conciencia de que el fenómeno “Vida”, del que somos parte integrante, es de alguna forma valioso en sí, sagrado y merecedor de un respeto amoroso. Suficiente programa para entusiasmar la conciencia y catapultarla hacia una generosa praxis donde quepamos todas y todos y cuyos frutos sean efectivos para las generaciones futuras.
Las veteranas religiones, los nuevos movimientos sociales, las oenegés, y las instituciones democráticas pueden contribuir a crear un sistema económico y social alternativo, y una narrativa liberadora capaz de movilizar nuestras emociones como antes lo hacía la dramaturgia religiosa y de interpretar la sinfonía de significados y valores que resuenan en la naturaleza de la que formamos parte.
a) Nuestra responsabilidad.
Persisten aún enormes bolsones de hambre y miseria; las brechas entre ricos y pobres crecen y el poder económico se concentra de manera alarmante. Se siguen acumulando armas de destrucción masiva cada vez más inteligentes y atemorizantes y proliferan sangrientas guerras locales que provocan destrucción e inconmensurable sufrimiento humano. Las migraciones y los campos de refugiados nos muestran más la inhumanidad que su contrario. El desafío del incremento de la población mundial –que se concentra en los países más pobres— hace aun más difícil cerrar las brechas y enfrentar graves problemas como la deforestación y la contaminación de la atmósfera, la tierra, los sistemas acuíferos y los mares. La producción de alimentos y la manipulación de las especies animales criadas en condiciones muy dolorosas para ellas, la devastación de algunos de los ecosistemas biológicamente más diversificados y la introducción de especies foráneas invasoras y de organismos genéticamente modificados, son otros tantos problemas y desafíos que tenemos por delante. Y además, agrandados por la pos-verdad y el negacionismo.
¿Dónde están las causas de esta situación? No basta con enumerar los problemas sin señalar las causas. He aquí algunas: un sistema neoliberal que pone el lucro como centro del mismo, un sistema económico que se impone a los gobiernos, que persigue y castiga la disidencia, una cultura que potencia el consumo desenfrenado; la manipulación mediática, la antropología individualista y patriarcal que destruye nuestra verdadera identidad comunitaria. Si callamos las causas, hacemos un diagnóstico a medias
Somos primeros actores responsables ante nosotros mismos, ante las generaciones futuras y también ante la biósfera de la que somos parte. Algo sabemos y podemos hacer acerca de construir una sociedad global pacífica y próspera, sin hambre, sin miseria, con oportunidad de pleno desarrollo personal para todos y todas viviendo en armonía entre nosotros y con la naturaleza de la que somos parte; acerca de la “casa común”, nuestro planeta Tierra, con su ecosistema global restaurado en todo su potencial de vida, sin contaminación, con un cambio climático controlado, pero no lo logramos o no lo queremos hacer. Esa puede ser, para fines de este siglo, la visión del mundo que queremos heredar a nuestros hijos, nietos y bisnietos, un mundo que entonces será responsabilidad de ellos cuidar para las generaciones futuras.
La sociedad civil tiene un papel importante que jugar para un cambio en el estilo de vida que permita ejercer una fuerte y no violenta presión sobre quienes detentan el poder político, económico y social. Debemos transitar de la codicia hacia la solidaridad, de la competencia al trabajo colaborativo, del conflicto a la convergencia, del hedonismo (individualista) hacia el holismo, de la maximización a la optimización. Y no basta la conciencia global, es imprescindible un cambio estructural, un cambio de modelo económico, político, cultural. [Para profundizar: GONZÁLEZ, Gerardo. “Nuestra Responsabilidad Global. Hacia un humanismo bio-eco-céntrico”].
4. EL LEGADO VALÓRICO Y LA INSPIRACIÓN DE JESÚS
Nacidos en la tradición cristiana podemos hallar en sus “relatos fundantes” estímulos vitales o “inspiraciones” para responder a los grandes retos de nuestro mundo. Jesús de Nazaret, sin ser la figura única o perfecta o superior a las demás, puede ser una referencia de gran importancia. Y nos referimos al “Jesús de los relatos” elaborados en las primeras comunidades cristianas y recogidos fundamentalmente en los evangelios (tanto canónicos como “apócrifos”). Hacemos una lectura inspiradora no literalista, que quiere ser coherente con los diversos saberes de hoy.
a) La sabiduría y la praxis de Jesús
La parábola del buen samaritano puede ser una bella ilustración de la sabiduría y de la praxis humanista de Jesús. No la única. Para Jesús, la clave está en sentirse y hacerse ‘prójimo’ de todo ser humano que está en necesidad. La praxis ‘samaritana’ es movida por la mirada compasiva, y la mirada compasiva se expresa en ‘acercarse al herido, curarlo con aceite y vino, vendar las heridas, montarlo en la cabalgadura, llevarlo al mesón, cuidarlo y hacerlo cuidar y pagarlo a la vuelta.
Es un amor que, cuando se hace cultura, es semilla de solidaridad universal. Es esta noción ética la que ha sido tomada en décadas recientes por la Declaración Universal de Derechos Humanos como fundamento para sostener que todos los seres humanos somos iguales en dignidad y derechos.
Cuando Jesús nos enseña sobre el amor al prójimo nos trasmite también como su legado la milenaria Regla de Oro al decirnos: “… como queréis que hagan con vosotros los hombres, también haced vosotros de igual manera” (Lucas 6, 31) Este principio ético, formulado prácticamente en los mismos términos, lo hallamos en múltiples tradiciones tanto religiosas como laicas: hinduismo, budismo, jainismo, taoísmo, confucianismo, zoroastrismo, judaísmo, islam, filosofía griega, Kant, etc. Si esta regla fuera practicada universalmente, estaríamos construyendo un mundo más ‘humano’ y más feliz.
La benevolencia en el amor al prójimo no puede aislarse de la justicia, la misericordia y el perdón. Su práctica de la justicia, orientada por la ética del cuidado, va más allá de la justicia que da a cada quien lo que se merece. Y lo mismo podemos afirmar en cuanto al perdón. Jesús invitó a ‘perdonar 70 veces siete’, es decir, siempre. El perdón no significa la absolución de una culpa y la exención de un castigo. El perdón significa volver a confiar en sí mismo y en quien nos ha herido, liberarse del rencor y la venganza, considerar más en el victimario el sufrimiento que la culpa, y desear su sanación.
b) Las inspiraciones de Jesús
Jesús manifestó sus valores no sólo a través de sus enseñanzas orales, sino también mediante sus actitudes, comportamientos y formas de ser. Esta ética narrativa de los relatos de Jesús es para nosotros fuente de inspiración y motivación para la acción. He aquí algunas de esas inspiraciones
- Su libertad interior y pública frente al poder político-religioso. Libre de la búsqueda del poder, dinero, prestigio, de sus propios miedos y angustias; ante su familia, sus discípulos y sus adversarios; ante el modo de vivir y entender la religión y ante su propia Libre para amar con un amor de cuidado y compasión, sin exclusivismos. Libre para comprometerse con una causa que lo realiza y lo trasciende.
- La radical “revolución de valores” que llevó a cabo: atribuye a los pobres y a los últimos los valores que eran propios de la aristocracia (magnanimidad, paz, generosidad, filiación divina, sabiduría…), y revaloriza los valores de los pobres (hospitalidad, economía familiar de la reciprocidad…)
- Su coherencia hasta el final en este cambio valórico
- Su profunda confianza en la hondura de la realidad que, de acuerdo a la cultura religiosa de su tiempo, se ha llamado y llama “Dios” y se imagina como Creador, Señor omnipotente y Padre (Abbá).
- El atrevimiento de cambiar la imagen tradicional de Dios. Jesús libera a Dios del sistema religioso-sacrificial y sacerdotal del templo y de las “tradiciones humanas”.
- Su espiritualidad profética, subversiva. Rompe con barreras y prejuicios culturales, religiosos y familiares: atiende a judíos y gentiles, acoge en su grupo a mujeres y varones, critica la mirada posesiva de los varones sobre las mujeres, come con personas consideradas “pecadoras e indeseables”, etc.
El ‘Jesús histórico” no fue, no pudo ser, “ecologista”. Sin embargo, en el Jesús del relato evangélico hallamos rasgos que pueden contribuir a inspirar una sabiduría y una praxis ecocéntrica. Por ejemplo, su ser profundamente integrado en la naturaleza, como la gente pobre del campo en la antigüedad; su mirada y admiración de la naturaleza como manifestación o sacramento de Dios o de la Hondura fontal de cuanto es: el sol que amanece sobre buenos y malos (en la naturaleza no hay seres “buenos y malos”), la lluvia que fecunda los campos de los justos e injustos, la levadura que fermenta y da sabor a la masa, etc. El cuidado podría ser una bella imagen de la Realidad más real y creadora, y una clave fundamental de una forma de vivir y de una ética bioecocéntrica.
CONCLUSIÓN: CONSTRUIR UN RELATO Y UNA ORTOPRAXIS UNIVERSAL DE SENTIDO
Necesitamos una poética y una praxis para un mundo diferente al de hace medio siglo, un mundo que ha abandonado la religión y otras referencias de sentido y sigue apremiado por graves problemas sociales y medioambientales. Este documento es sólo un esbozo de la nueva visión humanista bioecocéntrica que emerge en muchos lugares del planeta desde muchos colectivos. Estamos pasando de una cosmovisión religiosa particular a un humanismo planetario, posible fruto de un consenso mundial sobre nuestro lugar y misión en el mundo. Quizá así también se pueda asumir un incierto futuro transhumanista que sin desdeñar la tecnología se rija más por criterios éticos. Somos hijas e hijos de la vida que rezuma fraternidad, inteligencia y creatividad. Cuidémosla y orientémosla.
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