En ti hay “algo” más grande que tú. No eres sólo tu cuerpo, tus pensamientos, tus sentimientos y emociones, tus reacciones y circunstancias… Eres justamente “eso” que es consciente de todo ello.
Ese “más” se ha nombrado habitualmente con el prefijo “trans”
y el término “trascendencia” Con él se quería indicar que estamos habitados por
algo que nos trasciende Y que al mismo tiempo es lo más íntimo de nosotr@s mism@s
Para evocar esa dimensión innegable -Todo ser humano, acallada
la mente, tiene acceso directo a experimentarla-, se ha recurrido con
frecuencia a imágenes espaciales. Las religiones han hablado de altura -Dios y
el cielo estaban “allá arriba”- a la vez que remarcaban la distancia, hasta el
punto de asimilar lo “trascendente” con lo “lejano”
L@s místic@s, sin embargo, siempre han sabido que
trascendencia era sinónimo de intimidad e incluso de mismidad. Lo cual invita a
usar el término “profundidad” para referirnos a ella: Aquello que nos
trasciende es -por decirlo con palabras de Agustín de Hipona- más íntimo que
nuestra propia intimidad Por ello puede usarse otra imagen espacial tal vez más
evocadora para nosotr@s: la de profundidad
El término “espiritualidad” apunta a la dimensión profunda
de lo real. Y aplicado a nosotr@s, bien podría traducirse por “profundidad
humana” evocando aquello que constituye nuestra identidad profunda
Así entendida, la espiritualidad es una dimensión
constitutiva de todo ser humano. No depende de nuestra elección ni tiene que
ver con nuestras creencias. Más allá de los diferentes “mapas mentales” -religiosos,
laicos o ateos-, ese término señala aquel “territorio” común y compartido en
el que tod@s podemos reconocernos.
Las creencias y las religiones fácilmente
separan y dividen; la espiritualidad une. Porque es el sustrato común
en el que tod@s nos reconocemos. Espiritualidad es, sencillamente, sinónimo de
profundidad humana, sin ninguna distancia ni separación, trascendente e
inmanente a la vez, sin asomo de dualismo, acción y contemplación, sabiduría y
compromiso, comprensión y compasión: las dos caras de la misma y única realidad.
Acalla la mente. ¿Qué queda? Silencio. No le temas. Sin
forzar nada, permanece ahí. Poco a poco se irá abriendo paso la luz y podrás saborear
la profundidad que eres de donde brota la acción adecuada.
Enrique Martínez Lozano. Respira tu ser. Meditaciones. Espiritualidad
para la vida. Ediciones feadulta.com
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