Subir de matrioska. Reconocer el posteísmo, deconstruir el teísmo, y continuar el camino ..(J.M. Vigil.) Por un Cristianismo Posreligional. (Santiago Villamayor)

 I Congreso Internacional “Más Allá de las Religiones: ¿Qué Dios? ¿Cuál cristianismo? La necesidad de repensar la fe” - Sábado 2 de abril de 2022 celebrado “on line”desde Roma,

Buenos días a todos y a todas. También para mí es un gusto grande poder hablar para un público tan amplio y sobre todo tan internacional, es bueno. Y ya por la sesión de la mañana y por lo que se intuye y se ve, creo que ¡estamos en un ambiente tan diferente al de tan sólo hace cinco o diez años! Esto está creciendo y como dice Santiago Villamayor, está llegando a la calma y…, bueno, siempre hay que seguir profundizando, pero, bueno, a una cierta posesión pacífica. Entonces en estos treinta minutos (y yo querría controlarlos, por favor, que me avisen…) yo quería poner este título, pero no es gran cosa el título; quiero decir, no es la síntesis, lo de subir de matrioska. Se acuerdan de las matrioskas. Ahora además con una cierta actualidad, son ucranianas también, ¿no? Las matrioskas no son alternativas, no son disyuntivas sino que cada una incluye a las anteriores, la lleva en su seno y la levanta a un cierto nivel e incluye lo anterior, pero esto mucho más amplio. Es quizá eso lo que estamos haciendo, lo que estamos experimentando con el postheismo. Y quisiera decir que el no teismo o postheismo no lo quiero enfocar todo como una teoría, sino como un hecho social. Esto es importante

El «no teísmo» no es primeramente una teoría, sino un hecho social. Está ahí, en varios cientos de millones de personas que han abandonado el teísmo (de varias formas). En Francia, la «hija primogénita d la Iglesia», la última estadística religiosa acaba de llamar mucho la atención: el 51% de los franceses no es creyente –«ateos», han dicho los medios que sería esta mitad del país–.

En esta situación, semejante en varios países de Occidente, podríamos decir que la elaboración teológica de la propuesta del no teísmo, o posteísmo, podría hacerse, simplemente, como un «análisis de la realidad»: estudiar qué experimenta esa multitud que se va de las Iglesias, esa juventud mayoritaria que no entra en ellas, esa masa aparentemente indiferente de no practicantes, de no afiliados o de personas sin religión, ese Occidente «cristiano» que deja de serlo. Creemos que esta numerosa población –que, sin matizar ahora, etiquetaremos como «posteísta»–, se caracteriza por haber experimentado la «de-construcción» de axiomas tradicionalmente constitutivos del paradigma religioso, que han dejado de ser para ellos evidentes, y por tanto «axiomáticos», y han sido «exculturados» de su paradigma social. Han dejado de creer en ellos.

Intentaré presentar muy brevemente los que creemos que son los principales axiomas que se le han ido deconstruyendo a este creciente sector de la población que está entrando en este paradigma religioso (o no religioso) nuevo, el posteísmo. (Hay otros muchos sectores desde el punto de vista religioso cultural, muchos y muy diferentes, no lo ignoramos; ahora nosotros estamos queriendo aprender de este sector poblacional).

• «No se trata de creer»

Ese ha sido el megarrelato-marco de nuestro xmo: un Dios-theos eterno y preexistente al mundo, que decidió un día crear la humanidad, no dejarse ver directamente por ella, y poner así una prueba a los seres humanos, para «salvar» a los que «creyeran» (con fe) en él a pesar de estar oculto. Un Dios que juega al escondite. Que «se trata de creer en Dios, y a Dios», y aceptar con ello todo el «paquete de creencias» que llevaba consigo la fe en Dios, asumiéndolo como el requisito primero para mi «salvación» (sea eso lo que sea), ha sido el axioma-marco, el megarrelato principal de la religión occidental tradicional, un presupuesto que hoy, por el contrario, resulta inasumible en la nueva cultura moderna emergente.

Las personas posteístas -en sus varias formas de posteísmo- sienten hoy día como evidente que el sentido radical de la vida del ser humano no consiste en creer. Ahora les parece un planteamiento «infantil» (lo aprendieron muchos en el catecismo parroquial, en el colegio o en la familia, cuando niños), y lo sienten como algo mitológico, de lo que «no es políticamente correcto» conversar en público en la sociedad civil. Por eso, primero seleccionaron tal axioma, luego lo desactivaron, lo de-construyeron, y finalmente lo abandonaron, como una cura de liberación de un pasado que lamentan.

• No hay dos pisos

La cultura posteísta actual se ha desmarcado del dualismo ontológico de los dos mundos, o dos planos de la realidad, paralelos. Desde muy pronto el cristianismo cayó en manos del platonismo, y la lucha entre sus dos mundos, entre la naturaleza y lo sobrenatural, entre el cielo y la tierra, entre el cuerpo y el alma, entre el aquí y el más allá, y entre el pecado y la gracia... llegó a límites esquizofrénicos, que resultaron insoportables para muchas personas generosas y crédulas. Ese dualismo platónico se ha mantenido secularmente en la cultura occidental, patrocinado por el cristianismo.

Durante siglos, millones de cristianos hemos estado creyendo que creíamos a Jesús, en cosas que él nunca dijo, sino que eran de Platón. Reconvertir el cristianismo envasándolo al vacío sin nada de dualismo platónico, espúreamente cristiano, implica rehacerlo hoy enteramente, desde la teología a la biblia, desde el catecismo hasta el misal. Sin esta reconversión, no puede ser aceptado el el dualismo: sería un gluten que la sociedad posteísta no es capaz de procesar, su metabolismo cultural y espiritual, no lo toleran. Aunque, ¿seguirá siendo cristianismo un xmo sin dualismo, de un solo piso, como postulan los posteístas? Ese es otro problema.

 La Biblia desenterrada

Bien es sabido que en los últimos 150 años hemos excavado intensivamente no sólo Israel, sino todo el medio Oriente Próximo; y seguimos haciéndolo. La arqueología ha puesto ante nuestros ojos el abigarrado panteón religioso de todo un conjunto milenario de pueblos y religiones que forman parte del mismo universo religioso del que forma parte la fe judeo-israelita (y la cristiana). Lo que la Biblia actual nos significa, es algo totalmente distinto de lo que ha significado hasta hace 80 años, hasta nuestros mismos abuelos, muchos de los cuales nos enseñaron la fe. Ahora sabemos de dónde ha sido traída cada divinidad, cada mito, cada rito, cada creencia que aparece en aquellas religiones, que son...«el antiguo testamento del Antiguo Testamento» de nuestra Biblia. Su emblemático significado paradigmático ha quedado cancelado: la sociedad posteísta hace tiempo no cuenta, ni puede contar ya con la Biblia como en los dos milenios pasados.

 Theos al descubierto

El cristianismo que hemos conocido, además de monoteísta, ha sido enteramente teocéntrico, bajo la piedra «clave de la bóveda» del Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, el dios Yavé al que Jesús invocaba. Hoy sabemos que en la historia de Israel y de Judá hay varios, muchos Yavé, y también muchos otros dioses, incluso algunas diosas (aunque hayan desaparecido unos y otros en las redacciones finales de la Biblia).

Pero ahora sabemos que la cuestión de theos es mucho más amplia, y muy anterior, más allá de Israel, y de Grecia, y que viene ya de hace unos siete milenios, cuando, por primera vez, un theos, una divinidad llevada por migraciones que vienen a caballo (recién domesticado), con unas características muy determinadas, y que arrasó por todas las religiones de la región [¡viniendo de Ucrania precisamente!].

Este constructo agrario neolítico, theos, no resiste hoy las exigencias mínimas de plausibilidad de la emergente sociedad del conocimiento. El rechazo del teísmo, desde hace tres siglos, en sus varias formas, ha restado al cristianismo centenas de millones de creyentes. El no teísmo quizá sea la primera propuesta paradigmática de ese rechazo, en un reconciliado y creativo «nuevo paradigma religioso», tal vez la última tabla de salvación (o de metamorfosis, de actualización) disponible para los navíos religiosos neolíticos que todavía navegan, anacrónicamente, en este mar post-neolítico y post-agrario, en esta sociedad nueva post-industrial y del conocimiento.

 Estamos solos

Theos nos aparece hoy, claramente, a la luz de las ciencias, como una construcción humana, y, consecuentemente, también lo es su supuesta «revelación». Los millones de no teístas actuales no pueden pensar en ninguna revelación venida de arriba, de afuera, después de Copérnico y de Galileo, a pesar de Belarmino. Theos no ha hablado: somos nosotros los que pusimos nuestra palabra en su boca. La «atribución a Dios», ha sido el gran mecanismo con el que hemos ido revistiendo de indiscutibilidad nuestras normas éticas, iluminando de esperanza nuestras sombras, y blindando las fórmulas sociales tenidas como exitosas, para que nadie las cambiara ni les restara fuerza; para que fuéramos seres viables, en definitiva.

Pero hoy ya no nos es posible aquella ingenuidad genial, aquel recurso del que echó mano nuestra naturaleza***. Hoy muchos de estos millones de personas han introyectado que estamos solos, que no hay theos –dioses– por ahí arriba, ni podemos echar mano de libros revelados que nos ahorren el trabajo de construirnos y de reinventar nuestro software cuando sea necesario. Para la cultura actual científica (no la medieval ni la precientífica, de las que venimos) ésta la es comprensión más plausible.

Los posteístas, el posteísmo, no piensa nada exótico, ni mucho menos, aunque se vea todavía rodeado de un océano de creencias. Saben bien lo que hacen; conocen bien el teísmo, lo experimentaron mucho tiempo, y no les ha costado poco despegarse de ese espejismo, de aquella «ficción (que fue) útil», como lo consideran ahora.

• Modernidad. Fin de la sumisión.

La toma de conciencia del valor sagrado de la persona convierte en exigencia inclaudicable la ruptura con la «sumisión» esencial que las religiones han impuesto siempre al ser humano. Estamos en otra era, distinta, de derechos humanos, de conciencia de la propia dignidad sagrada, de emancipación, de asunción celosa de la responsabilidad personal. La subjetividad moderna ya no puede aprender un credo a recitar de memoria, ni unos mandamientos «de Dios» ni de la Iglesia, simplemente por haber nacido en una determinada sociedad. Los tiempos en que eso era plausible ya se acabaron. Un credo a aceptar sin la mínima objeción, y una moral heterónoma bajada del cielo (sic), pertenecen a un tiempo que ya pasó.

La Modernidad irrumpe al final de la Edad Media de una forma revolucionaria y turbulenta. Es un grito de reivindicación de libertad y de emancipación. Es la crítica total al Ancien Régime y todos aquellos sus componentes legitimados religiosamente durante varios milenios: el honor, la aristocracia, los privilegios y exenciones concedidos a la nobleza y al clero, la alianza trono-altar... Llegó la hora de la adultez social, la hora de la democracia, el final del régimen de cristiandad, el fin de la minoría de edad, de la sumisión.

La sociedad posteísta actual vive la incertidumbre de asumir y dirigir su vida en soledad, por sí misma, sin dioses, sin revelaciones, sin representantes divinos interpuestos, sin moral heterónoma, sin intérpretes auténticos e infalibles de la voluntad de los dioses. Pero lo vive a la vez como el gozo de la libertad, de la emancipación, de la mayoría de edad, de la responsabilidad intransferible de la propia vida, del proyecto colectivo de sociedad y del cuidado de la naturaleza.

• En la sociedad del conocimiento, sin creencias.

La fracción posteísta, como toda la sociedad actual, está profundamente marcada por la ciencia. Junto a la revolución científica del siglo XVI, adversada a muerte por la Inquisición (Galileo, Belarmino), acumula los desarrollos exponenciales de la investigación (más desarrollo más innovación, I+D+I), que se han convertido en el eje de acumulación económico de la sociedad mundial actual.

La tradicional epistemología mítica, se ha hecho imposible: ni los niños aceptan hoy una iniciación religiosa que presente la mitología bíblica como durante dos milenios se ha utilizado; estos niños pertenecen a otra sociedad, saben demasiado. Y los adultos profesionales, en asunto de religión ya no se llevan bien con tradiciones, costumbres folclóricas, ritos ancestrales... Las creencias se han hecho inaceptables para la mentalidad adulta profesional de la cultura actual. Rechazo a las creencias (mitos, mitologías, supersticiones, pensamiento mágico, dogmas, infalibilidades, estados modificados de conciencia... La población no teísta es convencidamente «no creyente», en el sentido técnico de que rechaza las «creencias» (no el creer, sino las creencias). Todavía hoy, el cristianismo estándar está permeado de creencias en activo (en las capas freáticas...); cualquier homilía dominical al uso echa mano en su discurso de decenas de creencias: bíblicas, platónicas, medievales, indígenas locales, de pensamiento mítico, de hechos milagrosos –incluso oficialmente convalidados desde el Vaticano por la Congregación (próximamente Dicasterio) para el «Culto de los santos».

• Tiempo axial, sin vuelta atrás

Los jóvenes ya no conocen la vieja religiosidad, y la sociedad posteísta ya no puede volver al cristianismo teísta, de creencias. No hay marcha atrás. Ya se deconstruyó en buena parte el teísmo, y a los antiguos cristianos ahora sólo les cabe continuar «el camino», como llamaban al de Jesús, cuando todavía no había caído en las garras del teísmo** ni en las del Imperio que lo convertiría en su religión de estado, en «cristianismo»*.

Un ejemplo no europeo: en su Revolution Tranquile Quebec bajó prácticamente del 97% de cristianismo a tal vez un 10% de presencia en la sociedad. La quebecoise dejó de ser una sociedad cristiana. El 80% de los templos fueron reconvertidos a usos civiles. ¿Desapareció el cristianismo? No, sigue ahí, en la sociedad actual, mayormente posteísta, pero con todo el legado valórico de Jesús, por cuyas causas siguen luchando en la tecnológica sociedad actual quebecoise: derechos humanos, derechos indígenas, Reconocimiento de los pueblos autóctonos, derechos de la mujer, de los varios tipos de minorías, derechos de la Tierra... ahora bien, sin teísmo ni teocentrismo, sin dos pisos, sin inclusivismo, sin eclesiocentrismo y, penosamente, sin presencia de una Iglesia-institución que no estuvo a la altura y obligó con ello a la tripulación a abandonar el barco. Es otro nivel evolutivo bio-histórico, otra matriosca, superior, y siguen caminando, aunque sea difícil verlo con las lentes tradicionales... [próxima visita]

Hace falta que el cristianismo comunitario consciente vaya descubriendo la bondad de la matriosca superior a la que ha accedido el posteísmo. Como postulaba el querido Roger Lenaers, cristianismo y ateísmo han de reconciliarse: en el posteísmo, añado yo.

No se trata pues de llevar el cristianismo de siempre al posteísmo, porque no servirá. Se trata más bien de reconocer «el camino» concorde al movimiento de Jesús que ya recorren muchos ex-creyentes, ahora posteístas, sin imponerles volver a Nicea, ni a Calcedonia, ni tampoco a Trento ni menos al Vaticano I ni al Syllabus; ni a la Creación ni a la encarnación, ni a la redención ni a la resurrección; ni a las pruebas de la existencia de Dios, ni al hilemorfismo que explique la fracción del pan. Los posteístas ya olvidaron todo eso, y han sanado su memoria. No podrían volver al cristianismo greco-romano, sino sólo quizá a un «movimiento de Jesús» pre-cristiano, preteísta*, y ahora moderno y posmoderno, «sin creencias», y sin verdades filosóficas embutidas en el paquete. No hace falta más. No es preciso imponerles de nuevo la circuncisión, ni el gluten de las creencias.

Hasta aquí ha sido un intento por poner nombres filosófico-teológicos o culturales a los cambios de paradigma más llamativos que han producido una poderosa de-construcción de la visión teísta tradicional en que esta sociedad se ha movido, desde la Edad Media, hasta hace bien pocos años, en vida de nuestra generación mayor actual. Es esa amplia población posteísta que puebla nuestras ciudades, anda por nuestras calles, convive en las redes sociales, vive su juventud con una ‘filosofía de la vida’ propia, posteísta ciertamente, decididamente no creyente, pero que no por la deconstrucción sufrida dejan de vivir una espiritualidad profunda y positiva. ¿Cuáles serían los principales nuevos axiomas o paradigmas que podemos observar entre esta creciente población no creyente posteísta?

• Volver a la Realidad, punto de partida.

El cosmos, la Realidad, en todo su despliegue es la revelación primordial* con la que contamos los humanos, nuestro punto de partida más realista. No una revelación externa, superior, extramundana, sobrenatural, venida del mundo superior platónico... La Realidad, con la mayúscula de su compleción sagrada, es probablemente el principio y el fundamento de la sociedad posteísta. El teocentrismo medieval milenario, el sobrenaturalismo platónico... han dejado paso al cosmocentrismo, al centramiento en la Realidad: el posteísmo real que percibimos es un nuevo paradigma con los pies bien puestos en el suelo, no por encima del cielo, donde hemos tenido puestos los ojos en los últimos milenios.

• Un nuevo relato cosmológico

También nosotros, como nuestros ancestros, necesitamos un relato, un gran relato. Sólo que hoy ya no nos sirven los relato míticos ni mitológicos, y ya no seríamos capaces de inventárnoslos y auto-engañarnos, porque hemos perdido la ingenuidad de la epistemología mítica*, y no seríamos capaces de creérnoslos, no funcionarían. Pero todos aquellos relatos míticos y mitológicos han sido desplazados y sustituidos, con una ventaja inimaginable, por el «nuevo relato cosmológico» que la ciencia ha desplegado –y continúa haciéndolo– ante nosotros.

Es un «relato», pero no es de literatura, no es ficción, ni siquiera una ‘ficción útil’*. Es un relato científico, en verificación continua desde el riguroso método científico. No es un relato particular, de ningún pueblo, de ninguna religión, de ninguna cultura. Por primera vez, es un relato único, universal, para todos los pueblos. sociedades y religiones.

El gran relato bíblico, el Misterio de la «Historia de la Salvación», ha resultado desbordado por todos los lados, como un relato ingenuo, provinciano, en muchas partes plagiado, absolutamente ignorante. Los posteístas ya no pueden mirar atrás: han encontrado una perspectiva infinitamente mayor. La necesidad de sentido que todos los humanos sentimos queda super-colmada en el marco de ese nuevo relato cosmológico.

Este nuevo relato lo experimentamos como una auténtica «revelación», desde la realidad, que estaba aquí y no sabíamos ni podíamos ver/captar/descubrir. Nunca la humanidad dispuso de tanta información, ciencia y aprecio sapiencial de lo que está viendo, casi aturdida por el valor de revelación sagrada que la ciencia nos ofrece (*Berry, valor revelatorio de la ciencia).

 La Gran Historia

Hemos dado el salto desde nuestro pequeño mundo de los 6000 años bíblicos de la caja bíblica -en la que, por su fe cristiana, ha estado encerrado Occidente hasta hace apenas 100 años-, a un nuevo marco, la Historia macro, Big History, dentro de la cual quedan reducidas a visiones alicortas, de barrio, cuasilocales, la totalidad de las cosmovisiones neolíticas. Ya nada se puede plantear fuera de este marco, so pena de seguir presos de la miopía ancestral de los primeros balbuceos de nuestra especie. La cultura actual posteísta rechaza todas esas visiones obsoletas, y contempla agradecida la potencia fecunda de la nueva visión adquirida desde esta nueva matrioska a la que hemos ascendido. Guardamos memoria de todas las vivencias ancestrales que hemos vivido, las llevamos en nuestros genes, pero agradecemos que, subidos a hombros de gigantes, nos sentimos libres de aquellas cajas en las que estuvimos encerrados insuperablemente durante largas épocas históricas de oscuridad, y agradecidos por esta nueva visión, que nos cambia el mundo en el que estamos.

• ¿Omnidivinidad?

Con los pies bien puestos de nuevo en el suelo cósmico, superados fundamentalismos de ambos extremos, fideístas y materialistas, la cultura posteísta emergente va sintiendo cada vez más claramente la omnidivinidad de la Realidad. No es que esté volviendo al panteísmo (porque no puede volver «creer» en la existencia de aquel ente theos en cuyas manos la humanidad se auto-secuestró, acogiéndose a una ficción útil genial que nos hizo viables en aquel pasado). En esta época postmetafísica actual, la nueva humanidad no sabe ya de ningún Absoluto metafísico universal, Creador, del cual estaríamos participando. Percibe, simplemente, el Misterio, la sacralidad de la Persona, de la Vida, de la naturaleza, de esta Macro Historia del cosmos, que es a la vez nuestra placenta y nuestra mortaja, en la eterna danza de vida y muerte de esta aventura (viaje, jornada, misterio). Esta es la nueva «divinidad» [abstracto sustantivado, no concreto] que atrae y seduce el corazón de la Humanidad de este planeta, con las antenas abiertas y los telescopios buscando las entrañas del Misterio cósmico, y la posibilidad-probabilidad de que no estemos solos en el Universo, y que seamos sólo una gota dentro de un océano de conciencia universal... [*ya 5000 exoplanetas, en 25 años]

En esta nueva mística, espiritualidad –laica, natural, integrada, telúrica y cósmicamente enraizada– «por aquí, ya no hay camino» como dijeron los místicos españoles. Hay libertad de percepción, de búsqueda, de intuición, de debate... eso sí: sin creencias, ni impuestas ni voluntarias.

• Jesús de Nazaret

Según la mayor parte de los estudios, la sociedad posteísta guarda mayoritariamente una memoria reconocida, agradecida, admirada, del campesino Jesús de Nazaret, que sigue siendo fuente de inspiración. Él no parece ser considerado responsable, no sólo de la crisis general de las creencias, sino ni siquiera de la crisis que les ha auto-sobrevenido a «sus» Iglesias.

Jesús sigue presente en la memoria cultural occidental posteísta, que no desconoce el legado valórico, ético y utópico de origen cristiano que lleva en su seno, y que remite a lo mejor de su genética histórica cultural y espiritual. Purificado como ha sido de la deformación y construcción sobreañadida al propio Jesús, a lo largo de dos mil años, la humanidad posteísta distingue perfectamente el legado y el significado de Jesús, frente al constructo dogmático gratuito helenista, patrístico, de la cristiandad medieval... Las generaciones nuevas no rechazan todo este constructo dogmático, porque ni siquiera lo conocen. Con mayor frecuencia cada vez, no sólo son posteístas, sino no-creyentes, positivamente enemigos de toda «creencia» religiosa; como ya hemos dicho, para ellos «ya no se trata de creer».

Lo cual no es negativo. Es más bien, de alguna manera, una nueva manera de situarse existencialmente. Es una nueva cultura, y como tal, algo muy profundo, que redunda también en otro tipo de persona, y otro tipo de religiosidad -si vale la palabra-, de profundidad espiritual, etc.

En este nuevo contexto, Jesús queda liberado (despojado de la construcción dogmática doctrinaria construida sobre su figura), desmonopolizado (la Iglesia no tiene el monopolio de Jesús), y despatrimonializado (Jesús no es patrimonio de las Iglesias ni del cristianismo, pertenece a toda la humanidad). Como Buda, como todas las grandes figuras de la historia, enriquece la Humanidad, en pie de igualdad, de sensatez, sin mitos ni creencias, posteísticamente.



Concluimos. Considerado con tanta crítica como empatía, lo que llamamos «posteísmo» en este Encuentro, es un nombre emblemático que abarca, por antonomasia, la transformación global religiosa que se está produciendo en este «nuevo tiempo axial», o en este ascenso hasta la matrioska superior, que lleva en su seno toda nuestra historia genética cognitiva y espiritual, y que nos sitúa en un nivel evolutivo más alto, más consciente, más liberado de espejismos e impotencias anteriores, propios de nuestra infancia evolutiva.

No es por tanto un mensaje de desesperanza, de crisis negativa, lo que de aquí se desprende, sino un mensaje de crisis pero de crecimiento, de confianza en el Todo, en la Realidad, en el Cosmos, en la generación actual, y especialmente en el posteísmo, que como decíamos en las primeras líneas no es una teoría, sino toda esa población social, en vías de convertirnos un día en mayoría, que entrevemos la necesidad de esta transformación, y que ya vamos haciendo camino por ella.

POR UN CRISTIANISMO POSRELIGIONAL Santiago Villamayor.

Hola, buenos días a todas y a todos. Estoy muy contento de este congreso y sobre todo de lo que hay detrás. Es un amplísimo movimiento de renovación dentro de nuestro cristianismo que cada vez va cuajando más y que nos devuelve la esperanza en unas experiencias en unos pensamientos que estaban empezando a ser cansinos para todos.

Poco puedo añadir yo a lo que ya habéis dicho. Me siento como el acólito que está recogiendo los aperos de la labranza de la misa y que no le queda más que sentir y gustar internamente todo lo que se ha dcho hasta ahora. Pero buenos, me atrevo, cómo acólito a comentar alguna cosilla. No quiero olvidar tampoco que estamos en un congreso paralelo al Sínodo y que el Sínodo va por otros cauces, no distintos pero sí con la mentalidad antigua; y que todo este movimiento que estamos haciendo nosotros puede contribuir a que de allí salga alguna cosa más positiva.

¿Qué nos está pasando? Después de 15 años aproximadamente en que hemos empezado a sentir de otra manera, me parece que estamos logrando ya un clima de tranquilidad; ya no es el momento tan fuerte del desmoronamiento, del terremoto del cambio brusco del paradigma, sino que, a raíz de las intervenciones nuestras y de los libros que publicamos y tal, creo que vamos encontrando ya un camino.

Estamos superando una cierta anarquía conceptual en una confusión sobre lo que puede significar el postheismo; esta especie de abandono de Dios, que no sabemos si es que Dios nos ha abandonado, o nosotros hemos abandonado a Dios; porque en el fondo lo que nos ocurre -y lo resumo con una frase- es que nosotros creamos al Dios que nos crea. Somos nosotros los que hemos hecho a Dios, cómo habéis dicho, desde hace site u cho mil años. Pero hemos hecho a Dios desde el Dios que nos crea a nosotros y nosotros creamos a Diós. Estamos recreando al Dios que nos recrea en un círculo virtuoso donde no sabemos en qué momento o dónde empieza Dios, dónde empezamos nosotros; qué diferencia hay entre Dios y nosotros en la realidad.

Pero que sin embargo es un círculo virtuoso, porque cada vez que meditamos más y que nos interiorizamos más sobre estas reflexiones, sobre estos sentimientos, observamos también que nuestra vida mejora. Y en la medida en que nuestra vida mejora, también mejora nuestra imagen de Dios. Porque lo queramos o no Dios es siempre una imagen nuestra; ¡por lo menos de momento!. La objetividad de Dios yo no sé si la hay.

Pero bueno, en ese camino, que no es nada nuevo, yo quiero repetir dos sentencias muy conocidas por vosotros. Una de ellas es del Deuteronomio que dice que no nos hagamos ninguna imagen de Dios sino que oigamos su Voz. Y otra del Maestro Eckhar que dice: “¡Oh Dios, libérame de mi Dios!” Y en esas estamos, en que no podemos hacernos ninguna imagen de Dios. Y al decir ninguna imagen, digo también ni la imagen del misterio de la salvación que hasta ahora ha sido la gran matriz, la gran generadora de sentido en la vida de la humanidad desde Jesucristo y sobre todo desde los inventores del cristianismo posteriores a Jesús.

La otra, no te harás ninguna imagen, oirás su voz. El oído es el sentido menos concreto; es el más genérico; es el más abierto, el que nos aporta la interpelación, la palabra de los demás, los significados, las músicas, los silencios, el que nos aporta el no saber enamorado. Del no saber que anhela saber en el sentido de sapiencia. Por eso toda la vida nuestra es una liberación de la imagen de Dios que tenemos.

Cuando éramos jóvenes (la mayor parte de nosotros podemos estar rondando los 70 años) vivimos una primera conversión de un cristianismo convencional a un cristianismo profundo Muchos de nosotros tenemos “antecedentes penales”, hemos pasado por la vida religiosa y pasamos a un cristianismo muy hondo, muy sentido, a una radicalidad evangélica mal entendida como santidad y como perfección individual Y ahí “mi Dios” era absoluto, omnipresente. Recordar la película de “El molino y la cruz” sobre el cuadro del mismo nombre de Peter Bruegel, donde Dios es ese molinero que está viendo lo que hacen y deshacen los hombres, impasible; pero también Dios será la garantía de que nunca nos faltaría el amor Y eso nos daba seguridad. Esa religiosidad produjo grandes generosidades. Pero eran generosidades desde la certeza y el absolutismo.

Luego vino el tránsito de la salvación a la liberación. Una segunda conversión. Y también nos sentimos como una traición; nos parecía que dejar a ese Dios absoluto inmenso, que gobernaba todo le mundo etc.; pasar a considerar la salvación que no era tan trascendente sino que era la liberación de los pobres, eso nos parecido en algunos momentos como una traición. Pero como era una empresa de tal envergadura y generosidad, la supimos asumir y dijimos, esta generosidad es porque es la Voz de Dios que nos está llamando a este nuevo camino. Dios entonces será el grito de los pobres; la salvación bajó de los cielos a la tierra aunque continuó en parte con el mismo dogmatismo y la misma generosidad.

Pero allí, de refilón, en esa especie de reducción que dicen algunos, por la que nos condenaban, se dio una mayor inserción en la ciudad secular, una liberalización de las costumbres, un descubrir de la ciencia que ponía en entredicho la mayor parte de nuestras convicciones y sobre todo el descubrimiento del literalismo en la interpretación del Misterio de la Salvación. Todo lo que se nos ha explicado del Cristianismo como dogma etc., no es sino una gran metáfora, que nos ha producido mucho bien, pero que también ha producido muchos dramas en la historia.

Y de esa inserción en la ciudad secular, en el mundo obrero, en las clases populares, en el pluralismo religioso, en la ciencia…, resulta que el rostro de Dios se nos ha quedado sin rostro. Ya las lecturas de Teilhar, de Marx. De Nietzsche, de Bonhoeffer, de Robinson, de Cox. de Spong, de Lenaert han venido finalmente a traernos a este momento donde estamos, de postheismo.

No nos queda ya otra que reconocer no que Dios ha muerto pero sí que Dios está enterrado. Y está enterrado en vida, naciendo y saliendo cada vez que en nosotros la bondad y la belleza nace y sale(se le apremia que acabe y….. concluye)

Viñetas de José Luis Cortés. En religión Digital.


Para completar otras intervenciones del Congreso:

Respetando el Misterio: EL POSTEÍSMO. (De las CCP de Antequera-Málaga y Enma Martínez Ocaña)

¿Qué Dios? ¿Qué Jesús? ¿Qué cristianismo?. José Arregui. 9/4/2022

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